El buscador de palabras se levanto este día al contrario no porque su cabeza estuviera donde deberían ir sus pies, sino porque al abrir los ojos empezó a soñar. La música, que ese día empezó a sonar en su computador pintaba sus paredes, pedazos de cielo, esquirlas de sol, polvo de luna, arboles violetas, girasoles huérfanos, un sinfín de metáforas alucinatorios, materias primas para la casa que algún día prometió, drogas que se cultivaban en su cabeza cada vez que veía sus ojos.
En esta mañana el buscador de palabras le madrugo al sol, su celular le gritaba insistentemente por la urgencia de la llamada que una vez por Messenger prometió, la inocente promesa de entregarse como un despertador parlante, programado quien sabe porque anhelos, quizás un beso, quizás algo mas allá de esto. Entre palabras dormidas que venían de ambos lados del teléfono celular los minutos no dieron tregua, una llamada de menos de sesenta segundos fue suficiente para sacar de su cabeza la duda, para programar un safari, que pronto tomaría forma con Fito & Fitipaldis, una canción, las nubes en tu pelo parecía la metáfora perfecta de lo que este hombre siempre había querido encontrar: un espacio allí en el cielo, entre las nubes donde su cigarrillo se consumiera rápidamente para voltear su cabeza y responder la sonrisa de la mujer al frete suyo.
¿Ahora entienden por qué el buscador de palabras se levanto soñando?, ¿ahora entiende por qué el encontraba en Fito & Fitipaldis la pregunta sobre cuantas flores para un ramo, cuantos versos para un poema? Y aunque las respuestas son inexistentes, aunque al otro lado del teléfono el voto en blanco reinaba sobre estas elecciones del corazón, poniendo a todo un estado en jaque mate por un empate entre el sí y el aun no se, este hombre, aventurero frente a la pantalla, callado ante los demás, con anhelos de ser grande, este buscador de palabras sonreía, creía inocentemente como un cachorro que pone su ojos sobre el hombre gordo en un restaurante que come un plato suculento, que algún día voltearían a verlo, que cada día que lograra mirar a esta mujer a los ojos regaba un cultivo del cual aun ella no conocía las propiedades del suelo, sembraba una semilla que ella aun no lograba encontrar en sus libros, la siembra de un hombre soñador, que nuevamente en la música de su computador encontraba las palabras perfectas - “siempre estoy soñando”- decía mientras sonreía melancólicamente pero con la certeza de que esa noche, unos minutos antes de que estas letras se agruparan en lo que quieren narrar, luego de hablar con la mujer que aun robaba sus inspiraciones, la persistente idea de que ella en esa noche, fría y húmeda, antes de decir a dios a la realidad que le impuso un verdugo, pensaría en el.
“no hay mejor lugar que entre las nubes de tu pelo para revolver las drogas con los versos, lo mejor del sol el brillo de la luna que es tu corazón…Loco trovador es tu canción desnuda, solo corazón…. ¿cuántas flores para una ramo, cuantos versos para un poema?’”
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