viernes, 16 de abril de 2010

El tacto de una amante sin cuerpo.

En mis ojos corre una película, una historia sin curso, en el fondo dos personajes, un hombre y una mujer de espaldas que aíslan sus miradas. La mujer se encorva suavemente para recoger los restos de mi inspiración sin alas.

- ¿Qué pretendes encontrar? – ella, se agacha, y sus suaves labios entonan un suspiro mientras recoge los escombros.

El, recto como un roble aspira ser un gran hombre, sus ojos son baldíos, su alma hilvanada por el pasado resigna el peso de sus actos, y su cuerpo, aunque no es delgado ni desgarbado, parece sucumbir al temblor que revolucionan sus fríos pies.

-Hace tiempo que no busco nada – repetía él una y otra vez hasta que su vos se hizo un suave susurro. – el pasado ha escapado a mi conciencia, solo mis manos escriben lo que mis ojos ven disfrazados de caballero, mis pies quieren seguir el paso de los peripatéticos, soñando, alucinando, que tal vez, su escuela del sinsentido encuentre una catedral. Sin embargo hoy parce que mi cuerpo quiere algo, pero tú me das la espalda, tus sonrisas, aunque sensuales, llevan en si un No cariñoso y empático. ¡Qué terrible tortura la del hombre, que en soledad, desea el cuerpo de una mujer!

El silencio conquista la escena, el reloj y el tiempo caminan y cruzan varias veces la habitación hasta que la vos carismática de ella irrumpe en este rienado.

- no puedo enamórame de ti – respondió ella a una pregunta que no existió. Inspirada tal vez en esa canción que en una ocasión escucho de la vos rasgada de Sabina.

El hombre, que parece al fin dar vida a su cuerpo se voltea, penetra sus brazos por las afeitadas axilas de la mujer para posarse en su vientre. – No pido tu corazón, solo quiero llegar allí de donde partí en el cuerpo de otra mujer, solo quiero navegar en tu sudor, deslizarme suavemente en las nieves de tus pieles.

Mis ojos parpadean, la película que se proyecta en mis ojos parece entrar en una revolución, y mas allá de mis ojos, asía afuera, las tranquilas mareas contrastan con el tsunami que germina en mi espíritu y ante un espejo que revela mi triste figura se proyecta el final de las escenas, el hombre que abrazo por el vientre a esta mujer sacia su alma resignada mientras la cuna de sus perverciones, esta mujer de tiernas mejillas presiona su vientre sobre las manos del hombre que, visto de frente, lleva mi nombre.

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