Sus labios manjar de dioses me coquetean en silencio, no dices nada, no me preocupo, resisto una vez mas a su mirada inquisidora, inmóvil, me detengo ante sus ojos que se encienden en la oscuridad pragmática de una muerte anunciada, ella con sus labios finos se avalancha como judío a la hoguera y descubro la fría niebla bajo nuestros cuerpos inertes, ruedo por su cuerpo medio vivo, medio muerto. Todo indicaba que habías terminado.
Descubro el sudor que sube en todo su cuerpo blanco como nube en pleno verano y me dejo arrastrar por la avalancha de su vientre que grita una vez más, no te detengas. Me detengo, respiro suavemente motivado por lo que vendrá. Me detengo y tu vientre en un grito de desespero dice no puedo mas, me detengo y tu voz susurra a mi oído, en ese preciso instante y cerrando nuestros ojos vemos el amanecer con arreboles indicando esto es verdad…
Su mirada se vuelve ante mis ojos y me ciegan, su voz se torna jocosa, su rostro resplandece de un placer inevitable, su cuerpo reclama mi ausencia, sus oídos piden palabras alentadoras, sus labios piden un beso.
Mi cuerpo se tiñe de la pasión de Cristo en la cruz, sin la experiencia de dolor.Por mis ojos se resbala una lagrima en vista del confort, mis labios sueltan blasfemias de complicidad, mi voz se apaga una vez mas, mis oídos exigen escuchar ese coqueteo inalcanzable, mi piel reclama sus caricias perfectas, mi voz torrente sanguíneo en su cuerpo.
No hay placer que se contenga, no hay mirada que no termine en un beso, no hay labios que no se alcancen, no hay lagrima que no sea derramada, no hay mujer mas grande que tu, no hay afán sin nada que hacer, no hay ley sin trampa, no hay beso sin trascendencia, no hay cuerpo que no se resista.
Mujer sublime, que no resisto dejar de mirarla fijamente a sus ojos, mujer, dame tus labios que yo te doy las estrellas que cuelgan en tus propios ojos, mujer dadme de beber ese amargo trago de seducción, mujer dadme una noche mas que yo te daré todos los días de mi vida para guiarte en tu camino, mujer dadme tu mano por que una mano y otra mano nos son dos manos. Son dos sueños sujetados fielmente a un ideal.
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