El terciopelo purpura cubría su blanco cuerpo, mi cuerpo se envolvía en una fresca pasión, recuperando cada una de mis partes de mi organismo tan vivo, tan valiente, el terciopelo fue cayendo lentamente por la única fabrica de alimento maternal, apuntando a lo alto como cualquier guerrero, esperando con ansias la guerra, en ese momento tu vientre hacia fiesta interna, mientras que el mío esta suspendido en la admiración, el terciopelo la cubría a ella en todo su esplendor, mis ojos la recorrían cuidadosamente para no perderme detalles de lo sucedido.
El terciopelo fue ganando un lugar en el piso donde ella se veía mas perfecta de lo que es, en ese mismo instante sonaron las campanas del pulpito, quedando atónitos impávidos de lo que pasaba allá afuera, pues una gran confusión se escuchaba pero no había tiempo para salir a la ventana que daba justo a la calle principal “la primera de mayo”, estamos tan pendientes y a su vez tan distantes aun no hay prisa, por que el terciopelo ya estaba en el suelo por completo.
En la habitación nuestras siluetas jugaban a encontrarse y nuestros cuerpos seguían distantes, en algún momento todo estaba oscuro pero nosotros seguíamos nuestros juegos de sedición, nuestra sangre no se detenía un solo momento, nosotros si. Sonó una vez el timbre de la casa ¿Quién puede ser a estas horas susurre a su oído? Ella contesto “el domicilio que pedí para la cena”, no había otro camino que recoger el terciopelo purpura que ya había recorrido una vez por todo su cuerpo, el terciopelo en ese momento era la única alternativa, lo cogí en medio de mis manos y la abrigue como la madre cubre su recién nacido. Nos levantamos lentamente del sillón que hacia juego con la alcoba, nos detuvimos por un instante y nos robamos una mirada con un beso en los labios prófugos y desertores mientras me disponía abrir la puerta sonó nuevamente el timbre, abrí con cuidado, vi el rostro del joven domiciliario, me entrego la cena en una caja poco común para los domicilios, me entrego la cuenta. Yo entre con la caja y la recline en la mesa principal como minutos antes la había reclinado a ella en el sillón, abrí la billetera saque unos cuantos billetes después de revisar la cuenta, salí nuevamente a la puerta, le entregue el dinero al joven muchacho dejando el cambio para él, cerré la puerta sin afán y con decencia, entre al cuarto y la musa seguía cada uno de mis pasos en las sombras, encendí la luz principal, encendí la radio con un poco de jazz, conjure su cuerpo con otro beso, y este seguía atónito, inmóvil e impávido y cuando quise regresarla al mundo se escabullo entre mis brazos.
Su cuerpo seguía cubierto por el terciopelo mientras yo salí atender el domicilio, pasaron dos tres segundos y ella estaba de vuelta con sus ojos en mis ojos, con su boca en mi boca, con su cuerpo cubriendo todo mi frio por la noche húmeda, con su mano en mi mano, con sus pies jugueteando sobre los míos. Así pasamos un momento, cuando de repente ella se puso en pie fue a la mesa donde estaba la cena, mientras que yo estaba atento a sus pasos sobre el piso que no dejaba de brillar, yo estaba inquieto observando sus firmes pasos de un lado para el otro. Cogió la caja poco típica para los domicilios la llevo a la barra de la cocina, la abrió, enseguida tomo con sus manos que antes habían recorrido mi cuerpo dos platos y empezó a servir, la música no se detenía llevando con el viento la canción “My Way” que traduce algo así como a mi manera y que mejor para pasar la cena con Frank Sinatra sentados frente a frente, ella seguía con el terciopelo cubriendo su cuerpo, me imaginaba esos suaves masajes que este estaría haciendo en todo su entidad de carne y huesos, imaginaba ese cosquilleo del suave harapo color purpura en su ombligo, en su abdomen blanco como sus sueños, imaginaba la majestuosidad de la carne contenida en una sola piel, imaginaba sus uñas recorriendo mis nobles sitios instintivos y primitivos, me imagine sus pies corriendo tras mis sombras como cuales niños juegan a las escondidas, seguíamos nutriendo la pasión y nuestros organismos, sus piernas se descruzaron bajo una mirada picaresca y en un período corto estaban sus pies recorriendo mis piernas subiéndolas y bajándolas lentamente.
Volvimos a estar en sintonía con el cosmos; nuevamente empezó a descender el terciopelo purpura, este empezó a deslizarse lentamente como corren las lagrimas por nuestras mejillas en la soledad, el jirón purpura deja entre ver otra vez el cuerpo blanco y perfecto de la mujer con la que he soñado noche tras noche, sus labios dejaban ver sus dientes en apuros, otra vez el terciopelo acariciaba el cuerpo pulcro parte por parte, sitio por sitio, yo la hostigaba en firme dejando mis huellas en la lúcida y exquisita piel, yo lanzaba besos a sus ya medio descubiertos ángeles custodios en medio del pecho, ella lanzaba zarpazos con las uñas a mi rostro.
El terciopelo ya va un poco abajo del cuerpo y a dejado entrever ese lugar secreto donde la eternidad se alcanza por cortos momentos, donde se encuentran infinidad de pecados, infinidad de héroes muertos y condenados, ese lugar donde se conjugan la gracia y la desdicha, en el lugar donde somos esclavos y amos a la misma vez, ese lugar donde ellas nos dominan y nosotros nos dejamos manipular, el terciopelo va de afán no quiere interferir, la música ha quedado en silencio solo queda en mis oídos ese oufoufouf que siento cada vez mas adentro, ahora estamos mucho mas juntos, no había luz a lado y lado de los cuerpos que ya empezaban a tener tonos mas naturales en sus colores, no había capacidad para poner alas a la imaginación, no había tiempo para imaginar un mundo sin hambre, solo había tiempo de dejarnos penetrar por el suave viento que entraba por la ventana entre abierta, esa misma donde hacia una hora antes había pasado el escándalo pero ahora solo se sentía una armonía al ritmo de nuestros cuerpos, al ritmo de la música que había empezado nuevamente, solo se escuchaban los labios que se encontraban en ese lugar mágico de placeres y aventuras, allá en los pozos erráticos y místicos de la creación humana. El terciopelo purpura ya había quedado al otro lado de la historia, él yacía en el piso como cual hombre que había poseído todo el día a tan fina dama.
Entre un ir y un venir nos encontramos en la penumbra enterrando el alma, enterrando el ser con ese terciopelo purpura que nos vio crecer en medio de gritos y silencios prologados, donde se conjugaba el arte de ser amantes, el arte de poseer y ser poseído, un arte donde dos se vuelven uno solo, donde no son las palabras que hieren, no son las palabras que nos resucitan, es el poder de comprender y ser comprendido, ese arte de vivir como judíos errantes con el alma perniciosa, arte este tan bello de obligar a nuestra piel el sentir del otro, entrelazos recordé una frase que repetía Bertolt Brecht “La piel de no rozarla con la piel, se va agrietando... Los labios de no tocarlos con los labios, se van secando... Los ojos de no cruzarlos con los ojos, se van cerrando... El cuerpo de no sentirlo con el cuerpo, se va olvidando... El alma de no entregarla con el alma, se va muriendo”. Así lo aplicamos ella y yo en ese día de encuentros…
CONTINUARA...
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